Ernesto Sábato
Como el ritual incorporado que es mi diario
despertar: una buena ducha, elegir vestuario.
Le sigue la primera taza de café del día, para
luego ya luego sí, disfrutar del desayuno.
Es entonces cuando caigo en la cuenta de que la
mesa está preparada para dos.
Y es que tengo esta sensación de que rondas por la
casa... prácticamente puedo sentarme a la mesa, prepararte una tostada y seguir
la charla que parece venimos sosteniendo desde siempre.
Entonces, por las dudas, me sirvo una segunda taza,
te sirvo la tuya y entre el vapor de la niebla de la mañana, tu silueta se
dibuja al otro lado de la mesa... se materializa tu mirada, aun imaginaria y
compartimos éste, nuestro primer desayuno.
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