12 jul 2012

El libro de los Abrazos.


Un título que tomo prestado dándole la razón a su dueño, es posible escribir todo un libro acerca de los abrazos.
Así  como existen incontables maneras de dar y catalogar un beso, de igual manera sucede con los abrazos.
Los hay de todas formas, funciones e intensidad: cortos y fugaces, como dados al pasar y sin pensarlos demasiado, otros con un halo de cortesía incluida, del tipo que brindamos cuando saludamos a algún conocido que por ej. acaba de recibirse; ni hablar de los abrazos al estilo Casablanca: en la estación de trenes, despidiéndonos quizá para siempre de la persona que amamos, aferrados al otro como si en ello nos fuera la vida...
Podría enumerar miles de situaciones, lugares y tipos de abrazos: de bienvenida y adioses; alegría y buenas noticias; de triunfo; de fe... hasta los hay de compromiso.
Pero ninguno como los suyos... 
Rotundos.
Definitivos. 
Tan característicos y distintivos que incluso parecen tener aroma y sabor propio. Saben a silencios cómplices y palabras jamás pronunciadas... huelen a promesas nunca dichas. 
Te dejan con la sensación de que es posible escaparse del mundo en una fracción de segundo y en medio de una avenida llena de gente; tienen la facultad de atravesar las fronteras de la piel, desnudándonos de barreras y obstáculos, permitiendo que al menos, por un momento, sientas el calor de un alma abrazando la tuya.



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