No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje,a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto,nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor,lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele.
Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo,que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza.Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace…

En tiempos de encuentro y de abrazos, la lucha por aquello en que creemos nos arrebata a pedazos las mezquinas certezas cotidianas y nos arroja impiadosa al universo de la incertidumbre.
Se requiere el valor que a veces falta, y resulta imprescindible la cercanía de los que comparten nuestros sueños.
Porque el encuentro en el abrazo con los otros, nos devuelve siempre renacidos, apostamos a la vida aunque nos rompa una y mil veces en pequeñas muertes necesarias.
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