La vida es una montaña rusa. A veces
lenta, a veces rápida, a veces subiendo, a veces bajando, a veces ninguna de la
dos. El juego de la vida consiste en controlar esos rieles para tratar de que
no vayan en bajada. Estudiar, trabajar, salir, conocer gente, crecer, casarse,
tener hijos. Nada de eso es fácil. Una de las cosas que hace difícil la vida,
en mi opinión, es la relación con las personas. Hay días que quisiera estar de
acuerdo con todos, no ser tan sensible, ser más flexible, no tener diferencias,
o simplemente no sentir o no tener que relacionarme con nadie. Suena a cosa de
ermitaños ¿No? Pero, naturalmente no puedo. Si lo pienso mejor, no quiero. El
sistema tampoco me deja y mi vida sería más difícil, paradójicamente.
Siempre estamos dependiendo de algo y
por lo tanto de alguien. La autosuficiencia es una utopía y más en estos
tiempos. Norberto Chaves dice: “Se ha universalizado el “prêt-á-porter” [...]
el individuo ya no tiene que molestarse en producir nada; su actividad se
limita, en el mejor de los casos, a escoger.” Y es así, siempre estamos
necesitando de alguien, aunque sólo sea para escucharnos.
Relacionarse y no tener diferencias
también es una utopía. Algo está mal cuando no hay diferencias. Las relaciones
perfectas son aquellas sinceras y en donde nos sentimos libres. Libres para
expresar nuestros gustos y preferencias, nuestras reacciones, lo que pensamos,
lo que sentimos. La confianza, la sinceridad, el respeto y la solidaridad son
elementos importantes para que la cosa fluya.
Me he decepcionado cuando alguien que
quiero traspasa esta línea. Cuando las cosas nos importan duelen más las
heridas. Una amiga me decía que cuando a uno le gusta alguien deja de ser
espontánea y calcula cada cosa, porque es una forma de escudo para que no duela
tanto si la otra persona no actúa como uno espera o quiere. Lo ideal sería que
siendo espontáneos podamos controlar la decepción, lo que llaman inteligencia
emocional. ¡Que mierda!
Se necesita mucha grandeza y
consciencia para despojarnos de algo que nos hace tan humanos como son los
sentimientos. Tampoco es algo imposible. A los pocos se aprende a racionalizar
y racionar lo que sentimos. Desafortunadamente (o no) la vida nos va haciendo
cada vez menos espontáneos. Como si tuviéramos más miedo. Después de tanto
caer, ya uno no quiere rasparse las rodillas.
Tengo, en un cuaderno que compré hace
unos meses, un texto de Medina que me gusta y que leo como un mantra cuando
estoy dando más de lo necesario. Dice así: “Cuando das más de lo que recibes,
arriesgas el pellejo y luego no debes llamarte a engaños. Esto no significa que
no debas amar. No es una guía actualizada de suicidios. Es sólo alguien que
aprendió a ir despacio. Confiar es el peor crimen y el camino más fácil hacia
el infierno. Esto no significa que no puedas confiar. Es sólo alguien a quien
le partieron el corazón demasiadas veces en una misma noche”.
La vida parece más fácil cuando
llevamos estos escudos, cuando vamos más lento y nos olvidamos de ser
espontáneos. Mis rodillas tienen muchas marcas y cicatrices, pero eso es mejor
que quedarme parada o tirarme del carrito de la montaña rusa. No quiero
volverme una persona que calcule el número de abrazos y besos. ¿Qué ganamos
quedándonos adentro cuando allá afuera hay un carnaval?
Matina Martina.
Y como
bien dicen, la imitación es la mejor forma de admiración… por supuesto no haré
mía esta entrada que una vez más encontré en el Blog de Matina y quise
compartir, no solo porque lo sienta cercano, sino verdadero.
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