Ambos están
convencidos
de que los ha
unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa
seguridad,
pero la
inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como
antes no se conocían
no había sucedido
nada entre ellos.
Pero ¿qué decir
de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace
tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría
preguntarles
si no recuerdan
-quizá un
encuentro frente a frente
alguna vez en una
puerta giratoria,
o algún "lo
siento"
o el sonido de
"se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su
respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya
hace mucho tiempo
que la casualidad
juega con ellos,
una casualidad no
del todo preparada
para convertirse
en su destino,
que los acercaba
y alejaba,
que se interponía
en su camino
y que conteniendo
la risa
se apartaba a un
lado.
Hubo signos,
señales,
pero qué hacer si
no eran comprensibles.
¿No habrá
revoloteado
una hoja de un
hombro a otro
hace tres años
o incluso el
último martes?
Hubo algo perdido
y encontrado.
Quién sabe si
alguna pelota
en los matorrales
de la infancia.
Hubo picaportes y
timbres
en los que un
tacto
se sobrepuso a
otro tacto.
Maletas, una
junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta
noche el mismo sueño
desaparecido
inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una
continuación,
y el libro de los
acontecimientos
se encuentra
siempre abierto a la mitad.
Wislawa
Szymborska (Kórnik, Polonia, 1923-2012)
"Fin y
principio" 1993
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