Siempre
me gustó la manera en la que empiezan los cuentos para niños: había una vez...
y luego el desarrollo de la historia, que los primeros años, escuchaba ávida
mientras mi tía me las leía durante las tardes de leche y galletitas en el
comedor.
Con
los años y la posibilidad de ser quien escribiese esas historias, elegí contar
cuentos nuevos, propios... donde los personajes sonasen mas reales y los
finales felices fuesen más creíbles.
Y del
papel y el teclado pasé a mi propia vida, a escribir mi historia a mi manera,
tan particular y mía que incluso me salí de los parámetros y el molde para
escoger a la coprotagonista del relato.
Sin
embargo no siempre hay finales felices y definitivamente las perdices no forman
parte del menú.
Hoy
no estoy segura de si es un punto final o son suspensivos los que le coloco a
esta parte de mi historia volcada en este blog. Por lo pronto, me despido de
todo aquel que se tomó un momento de su tiempo para pasear por estos lares y
agradezco el estar allí, del otro lado.
Nos
volveremos a encontrar en otros espacios sin duda... las letras, sean
prestadas, compartidas, propias o regaladas forman parte necesaria de mí,
por lo que sólo puedo decir... Quiéreme
en mi locura.
0 descorrieron el telón:
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